Hoy Joan y sus trabajadores se han reunido, como cada jueves al cerrar el taller, en el bar vecino para charlar de los días tan intensos de trabajo que acostumbran a tener durante el mes de julio, cuando los clientes quieren tener su coche a punto al iniciar sus vacaciones estivales.
Justo cuando piden la primera ronda, Ramón, el encargado del taller, dice:
- Qué raro que Jordi todavía no haya traído el coche para la puesta a punto.
- Ni lo hará.- dice en un tono seco Joan, el propietario del taller.
- ¿Le pasa algo?
- Le voy a demandar.- Dice Joan algo alterado.- Ya he llevado los documentos al abogado.
De repente, todos miran fijamente a Joan, con cara de sorpresa, y tras un silencio general de unos segundos, el encargado del taller prosigue:
- ¿No me digas que desde aquel día de la bronca en el taller no lo habéis arreglado?
- Pues claro que no, Ramón. ¿Qué quieres que arregle si se niega a pagarme la factura?
- Pero yo creo que Joan no es que no quisiera pagar la factura. Igual no entendió el motivo por el cual a él no se le hacía la promoción del cambio de aceite gratis que hacemos a los clientes antiguos, ¿no?
- ¡Sí, hombre! Le hago precio especial de amigo, y encima quiere beneficiarse de las promociones. ¡Menudo negocio para nosotros! Así ya puedo cerrar.
- Pero ¿él sabe que le haces un precio de amigo? ¿Lo habéis hablado?
- Supongo. En todo caso, yo no quiero hablar con él y además el tema ya está en el abogado.
Después de distraer la tensión creada por hablar del asunto “Jordi”, hablando, durante algunos minutos, de las vacaciones, el trabajador más veterano retomó la conversación anterior y dijo:
- Pues a mi me sabe mal perder a Jordi como cliente. Igual deberías arreglar el tema con la ayuda de un mediador y no en un juzgado.
- ¿Tú también? Mi mujer no para de insistir que vaya a mediación. Para reclamar una factura no hace falta ir a mediación. Sólo es necesario que un juez le obligue a pagar.
- Pero para evitar perder un buen cliente y una buena relación personal con él si que es necesario ir a mediación y no a un juzgado. Tenéis que arreglar el auténtico conflicto y no sólo el pago de la factura.- le espetó.
- ¡Tonterías! Lo que tiene que hacer Jordi es pagar la factura primero, y luego ya hablaremos de nuestra relación.
- Creo que te equivocas, Joan. Precisamente mi hermano ha tenido hace poco un problema con un proveedor y aunque primero fue al juzgado, al final lo han solucionado acudiendo a mediación.
- ¿Qué problema tuvo tu hermano? – Le preguntaron dos de los trabajadores sorprendidos y al unísono.
- Pues un problema con un buen proveedor de hace años, que le servía las piezas de recambio, y que al trasladar su fabrica fuera de Barcelona, le subió el coste de las piezas, parece ser que sin previo aviso, y por causa del nuevo transporte. Mi hermano se negó a pagar, se enzarzaron en una fuerte pelea personal, se dejaron de hablar y acabaron en juicio porque mi hermano lo demandó.
- Y ¿qué pasó? ¿Por qué acabaron en mediación? Preguntó uno de los trabajadores.
- Pues por varias razones que obligaron a mi hermano, una vez pasado el calentón del enfado, a repensar el asunto y barajar otras alternativas al juzgado. Primero, porque el juzgado señaló el juicio para un año vista y mi hermano no podía estar tanto tiempo sin resolver el problema y sin esas piezas. De hecho, no encontraba quien se las sirviera con la misma calidad y confianza. Los dos se necesitaban comercialmente hablando, y se apreciaban personalmente. Además, se dio cuenta que no podía asumir los costes de un procedimiento judicial largo y, pagar, además, los honorarios de peritos. Así que finalmente, un poco forzado por sus circunstancias, preguntó a su abogado cómo funcionaba la mediación, éste le asesoró, y finalmente decidió probar. Tenía más de un año de tiempo hasta celebrar el juicio, así que pensó que no perdía nada por intentarlo. Él quería solucionar el problema en el menor tiempo posible y con el menor coste. De hecho, lo solucionaron en cuatro sesiones de mediación y ahora no sólo ha recuperado la relación comercial y personal con su proveedor sino que, además, habla maravillas de la mediación.
Justo cuando está compartiendo la experiencia en mediación de su hermano, en la televisión del bar, empiezan a dar la noticia del fuerte conflicto desencadenado entre taxistas, Cabify y Uber, así que todos hacen una pausa, miran el súper televisor de 75 pulgadas que hace poco ha instalado el dueño y el mismo trabajador, señalando en dirección a la generosa pantalla, dice
- ¿Ves? Otro problema que tendría que resolverse recurriendo a la mediación. Todos deberían sentarse alrededor de una mesa de diálogo y colaborar para encontrar la mejor solución para todos. Esa violencia, refiriéndose a las imágenes de la noticia, no conduce a nada bueno para ninguna de las partes y mucho menos para los ciudadanos que hemos de utilizar ese medio de transporte.
- ¿Tan mal te pago que trabajas haciendo de comercial para algún mediador?.- Le preguntó en tono jocoso Joan, a la vista de su defensa de la mediación durante toda la charla.- riendo todos al unísono.
Tras pagar la cuenta, Joan, se despidió de sus trabajadores y ya en el camino de regreso a casa, fue reflexionando sobre lo hablado sobre la mediación en el bar.
Igual no tendría que descartar, de forma tan rotunda, acudir a un profesional de la mediación para solucionar mi problema con Jordi. De repente, piensa… Jordi no querrá. Hoy me lo he cruzado por la calle y ha cambiado de acera para no saludarme. Es una tontería pensar en proponerle una mediación.- sigue pensando Joan… Me volverá a dejar en ridículo diciendo que no. ¿O dirá que sí?…
A medida que se acerca a su destino final, su casa, va dejando de pensar en cómo reaccionaría Jordi si le propone una mediación y empieza a reflexionar sobre qué puede hacer él, para resolver su conflicto con Jordi, su cliente y amigo desde hace años, que es lo que en el fondo necesita.
Antes de entrar en casa, sonríe al pensar que su mujer, Montse, siempre acaba teniendo razón. Y con la mediación, también.
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