Montse tiene la comida casi lista. Hoy por fin, su hijo Pere viene a comer, así que Montse, esta mañana la ha dedicado íntegramente a cocinar. Solo ha hecho otra cosa que ha considerado inaplazable. A primera hora ha enviado una reclamación a la compañía del agua. Hace unos días recibió una factura cuyo importe la dejó casi en estado de shock y pensó que, sin duda, tenía que tratarse de un error. Montse está muy preocupada porque no puede asumir su importe. Está convencida que su reclamación no servirá de nada. Ya tuvo una experiencia anterior con otra reclamación, en aquel caso a una compañía de teléfono, y obtuvo el silencio por respuesta, así que Montse se ha quedado gratamente sorprendida cuando, mientras ponía la mesa, ha sonado el teléfono y al descolgar le han dicho que la llamaban del Customer Counsel.
Aunque Montse está muy angustiada por la situación, lo cierto es que a medida que ha ido avanzando su conversación se ha ido tranquilizando rápidamente, pues se ha sentido escuchada con real interés. Y diría, al menos ella así lo ha percibido, que en Agbar parece que tienen verdadera voluntad en solucionar su problema. De hecho, tras escucharla con mucha atención, le han explicado que su reclamación iba a ser gestionada de forma personalizada a través del departamento del Customer Counsel desde donde se intenta buscar una solución, por la vía de la mediación y el diálogo, con el cliente (Montse no se podía creer que también hoy oyera hablar, otra vez, de mediación). Incluso, le han facilitado un teléfono directo y un e-mail para que pueda contactar y consultar con ellos en cualquier momento. Así que al colgar el teléfono, la angustia de Montse ha desaparecido y está muchísimo más tranquila y lo cierto es que se muestra especialmente optimista respecto a la posibilidad de resolver satisfactoriamente su reclamación.
Por su parte, Pere, que ya está subiendo en el ascensor para encontrarse con su madre, aprovecha su corto viaje al sexto piso para pensar. La verdad es que ha estado evitando ver a su madre desde que le comunicó la noticia de su divorcio porque no le apetece hablar demasiado sobre el tema, pero sabe que ella se preocupa así que ha decidido visitarla para que compruebe por ella misma que él, dentro de la de la delicada situación que atraviesa, se encuentra aceptablemente sereno, y sabe que en gran parte se debe a haber decidido acudir a un procedimiento de mediación para solucionar su ruptura.
La verdad es que desde que iniciaron la mediación, hace algo más de un mes, no recuerda haber tenido una conversación tan profunda y tan de verdad con su todavía esposa desde mucho tiempo atrás, de hecho prácticamente desde que las cosas empezaron a ir mal y la comunicación se fue perdiendo hasta prácticamente desaparecer y ser sustituida por la exclusiva comunicación a través de los reproches mutuos.
Sin duda, la presencia y ayuda de la mediadora está consiguiendo que afloren al exterior muchos sentimientos, intereses y necesidades conscientemente desconocidos y olvidados por ellos, cuyo redescubrimiento les está ayudando a sanar heridas, a avanzar y hacer posible que estén llegando a acuerdos en su divorcio.
Es cierto que el proceso de mediación está resultando algo doloroso, cuesta escuchar como se siente la persona a la que has querido tanto, pero también lo es que, a la vez, está resultando muy liberador porque les está brindando una gran oportunidad para el perdón, para transformar su relación y en definitiva para sentar las bases de la que necesariamente va a ser su nueva relación futura, construida a partir de iniciar caminos de vida independientes pero siempre unidos por su cordón umbilical vitalicio: su pequeño gran tesoro, su hijo Pol.
De hecho, Pere está convencido que precisamente ha sido el hecho de pensar y poner el foco en el bienestar de su pequeño lo que sin duda les está ayudando a conseguir acuerdos en todo lo relativo a él y su nueva forma de relacionarse con ellos y ellos con él.
Esta misma mañana, Pere, saliendo de la sesión de mediación iba pensando que todo lo que están hablando en el contexto de la mediación sería imposible hablarlo en la sala de un juzgado, y de hecho si de algo se siente especialmente satisfecho es de comprobar que como padres, y muy a pesar del dolor que les produce el divorcio, están siendo capaces de restablecer el diálogo para decidir, por sí mismos, y no delegando en un juez, lo mejor para su hijo y para ellos, camino que sin duda está siendo posible gracias a la ayuda inestimable de su mediadora que los dirige y ayuda, sobre todo cuando el dolor y el remolino de fuertes emociones que se suceden en las sesiones conjuntas los bloquean hasta el punto de impedir que puedan avanzar por ellos mismos en la tan difícil y dolorosa toma de decisiones.
De repente, justo cuando el ascensor se para en el sexto piso en el que viven sus padres, Pere vuelve a la realidad dejando atrás sus reflexiones de aquella mañana sobre su sesión de mediación. Al abrirse la puerta del ascensor ve a su madre sonriendo, con la puerta de casa abierta de par en par y automáticamente Pere le corresponde con la misma intensidad de sonrisa al descubrir por el fuerte aroma que le llega, que su madre le ha preparado su plato preferido, paella, y a la vez que oye y ve las risitas y aspavientos de bracitos con los que su pequeño Pol lo recibe en brazos de su abuela.
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