Hoy Pere ha quedado, vía online, con la madre de su hijo y con la mediadora que les ayudó con su divorcio. En estos momentos excepcionales que vivimos, a causa del coronavirus, la buena relación con la madre de su pequeño ha quedado resentida por la manera que tiene ella, según Pere, de gestionar la guarda compartida en el actual estado de alarma. El miedo personal al posible contagio de su pequeño ha hecho que la madre se niegue en rotundo a que Pol vaya con su padre la semana que éste tenía asignada su guarda. La obsesión de la madre le ha llevado, incluso, a romper toda comunicación con Pere tras su insistencia para convencerla de lo contrario y pedirle el cumplimiento del régimen de guarda acordado, así que Pere, ante el bloqueo de la situación, ha decidido pedir ayuda a su mediadora del divorcio.

Tras una sesión de mediación online, algo más larga de lo habitual, ambos padres finalmente han conseguido llegar a un acuerdo. El pequeño Pol seguirá con su madre y cuando el estado de alarma finalice el menor permanecerá  dos semanas seguidas con su padre, todo ello siempre y cuando el estado de alarma acabe en la fecha inicialmente anunciada por el gobierno, porque si finalmente dicha situación se prorroga han acordado también que volverán a decidir, en otra sesión de mediación online, cómo actuar en dicho supuesto, comprometiéndose ambos a poner siempre el foco en el bienestar de Pol en sus decisiones.

Tras desconectarse del ordenador, Pere se siente aliviado y tranquilo. Y mientras se dirige a la cocina, a prepararse un café, piensa en la habilidad que tiene su mediadora para conseguir que ambos sean capaces, no sólo de recuperar la calma perdida, sino también de escucharse, de empatizar el uno con el otro y de conseguir, con su ayuda, un diálogo sosegado gracias al cual empiezan a fluir entre los dos, de forma natural, propuestas y soluciones satisfactorias para ambos, impensables cuando se intentaban comunicar entre ellos, sin la ayuda de su mediadora, casi siempre por la exclusiva vía de la exigencia y del reproche.

De hecho, al inicio de la sesión, ambos estaban algo alterados y nerviosos, especialmente la madre de Pol quien tras empezar a expresar y verbalizar, con ayuda de la mediadora, como se sentía, ha despertado en Pere un gran sentimiento de ternura hacia ella al comprobar el miedo que ésta sentía ante la posibilidad de que su pequeño pudiera contagiarse de coronavirus. Y ha sido precisamente el mismo amor que siente Pere hacia Pol el que le ha hecho empatizar con ella, reconsiderar su posición, inflexible al principio,  y empezar así a proponer alternativas para que Pol estuviera con su madre durante el coronavirus porque además es lo que ahora Pere, después de escuchar con atención sus razones y reconsiderar la situación, cree que es lo mejor para su pequeño ya que, además, Pere actualmente reside con sus padres para los que también, ahora tras la sesión se da cuenta, puede representar un riesgo.

Por su parte, la madre de Pol, tras escuchar con atención a Pere y empatizar con cómo éste se sentía ha dejado de percibir su postura como exigente e incluso le ha pedido disculpas por negarse a comunicar con él para tratar la situación y ello ha sido posible al comprobar que tras la aparente postura imperativa de Pere se escondía también la misma preocupación y amor que ambos sienten por su hijo Pol.

Mientras Pere bebe el café en su terraza reflexiona y se reafirma sobre la gran decisión que fue acudir a un proceso de mediación para resolver su divorcio.

Y justo cuando está más absorto en sus pensamientos mediadores suena el teléfono. Es su amigo Josep que está en la misma situación con su ex mujer por el cumplimiento de la guarda compartida con la diferencia de que él ha decidido, movido por un rencor todavía no superado, interponer una demanda judicial para intentar resolver el problema. Pere, durante su conversación telefónica, le intenta convencer de lo contrario hablándole de la mediación, pero Josep está muy enfadado, no escucha y está obcecado en su decisión, respaldada, además, por su abogado, Definitivamente Pere, ante la situación de estado de alarma, no entiende porque su amigo no es más práctico y acude a mediación ya que con una demanda, e interrumpidos los plazos procesales, la solución judicial, si es que llega, llegará demasiado tarde y lo que es peor habrá deteriorado aún más la relación entre ellos.

Tras colgar el teléfono Pere toma el último sorbo de café y esbozando una sonrisa, piensa en su pequeño Pol. De repente, al ver el reloj da un salto. Recuerda que también han acordado, en la sesión de mediación online, que para que en estos días de confinamiento forzoso Pol tenga el máximo contacto con su padre, harán una conexión cada día a las siete de la tarde por Skype.

Pere se siente tranquilo y feliz ante la inminente llamada de su pequeño y mientras se dirige hacia el ordenador siente que igual que para la salud del cuerpo tenemos un médico de cabecera, también para la salud de nuestras relaciones personales y para resolver nuestros conflictos deberíamos tener un mediador de cabecera, con cobertura en la seguridad social. De hecho él ya la tiene y, por eso, está más tranquilo y con la certeza de que, ocurra lo que ocurra, ambos podrán contar con una mediadora que posibilitará el diálogo en las cuestiones familiares.

Qué razón tiene mi mediadora.-  piensa Pere.-  cuando dice que las buenas relaciones también son salud.

Pere ahora se centra por completo en su presente, su pequeño Pol.

  • Hola papiii, ¿sabes qué? … – oye al otro lado de la pantalla.

 

Carmen Gil