Hoy Montse ha quedado con su amiga Joana en la cafetería donde, desde hace años, desayunan juntas todos los viernes. Este, sin embargo, va a ser un viernes diferente. Es su primer desayuno juntas después del confinamiento y sabe que su encuentro va a ser especialmente emotivo.

Su amiga ha perdido a su madre por el coronavirus. La madre de Joana era una persona normal para su edad de setenta y cinco años, con algunos problemas de hipertensión, diabética y, por tanto, una persona de alto riesgo a ojos del virus del coronavirus que acabó resultando ser letal para ella.

Hacía ya algunas semanas que la señora María notó las primeras señales clásicas de alarma: sensación de falta de aire, tos y algo de fiebre aunque tardó en hacer partícipe a su hija de su malestar para, como muchas veces hacen nuestros queridos padres, no preocupar y molestar a su hija.

La cuestión es que cuando informó a su hija de todo, ya habían pasado dos semanas en las que los síntomas habían ido empeorando y necesitó su ingreso inmediato en el centro hospitalario.

Allí, en el hospital, la estancia de María, como la de la mayoría de pacientes ingresados por covid-19 fue dura, con la soledad propia del aislamiento y el contacto físico de sus familiares ausente. Arropada por el consuelo y acompañamiento de un personal sanitario exhausto por la situación pero absolutamente entregado, no sólo desde un punto de vista médico sino, y sobre todo, humano. Así, Judith, la enfermera que cuidaba habitualmente a María, se convirtió en su familia, en su hija hospitalaria, de quien recibía no sólo los cuidados médicos que necesitaba, sino una gran calidez humana que no pudo evitar, sin embargo,  que el maldito virus fuera haciendo mella en María y que con el paso de los días, debido a la infección, su insuficiencia respiratoria se agravara y la neumonía bilateral provocara que finalmente su corazón ya no pudiera aguantar más provocando, tras quince días de ingreso hospitalario, su muerte.

La amiga de Montse, desde entonces, se siente incapaz de gestionar tanto dolor emocional. Está agotada y en shock desde el momento que el hospital le comunicó la noticia. Su mente se niega a aceptar que su madre ya no volverá a estar nunca más con ella, afrontarlo le resulta demasiado doloroso.

Quizás, piensa Joana angustiada y obsesivamente, si la hubiera podido cuidar, visitar en el hospital, acompañado en el momento de morir, despedirme de ella, o simplemente haberle podido hacer un funeral como ella quería, podría calmar mi desasosiego, y sería capaz de aceptar su muerte.

Joana no consigue apartar de su mente la imagen del último día en el que vio a su madre con vida y la perdía de vista al entrar en urgencias del hospital, con semblante tranquilo y, como siempre, sonriendo.

En el otro lado, en el interior del hospital, entre el personal sanitario, también hay dolor. La enfermera que atiende a María desde que ingresó, Judith,  vuelve a estar en el cuarto de descanso entre lágrimas de impotencia.  El que hasta la fecha siempre había sido un lugar de risas y descanso para el personal, se ha convertido, con el coronavirus, en un refugio donde aislarse por un momento y recuperar fuerzas para seguir dándolo todo por los pacientes. Esta vez llora por María, con la que había establecido una relación muy especial porque le recordaba a su madre, a la que perdió hace tan sólo un año.  Aunque pudo acompañar a María en su último momento, el impacto emocional e impotencia que siente por no poder hacer nada más por ella y por otros pacientes hace que se haya desmoronado, otra vez,  emocionalmente.

Cuando Montse entra en la cafetería ve a Joana sentada en una mesa distinta a la que acostumbran. Les gusta sentarse junto al gran ventanal, para ver las personas que transitan por la calle, pero esta mañana su amiga se ha sentado en la mesa situada al fondo del local situada casi en penumbra. Ello quizás es un síntoma, piensa Montse mientras atraviesa el local y visualiza la cara de su amiga, de la tristeza infinita que debe sentir Joana.

Tras darse un fuerte abrazo telepático con las miradas, las amigas conversan sobre cómo han ido sucediendo los trágicos acontecimientos hasta que llegan al punto de la demanda que a Joana le han aconsejado interponer contra el hospital y el personal sanitario para depurar responsabilidades.

.- Esto no puede quedar así.- le dice Joana a Montse llorando desconsoladamente. – Yo dejé a mi madre en urgencias simplemente con tos y un poco de fiebre y ahora ya no está.

Montse se limita a escuchar y deja que su amiga siga hablando.

  • Los abogados ya tienen preparada la demanda, pero ¿sabes Montse? Me dicen que si gano la demanda cobraré una indemnización, como si el dinero me fuera a devolver a mi madre. ¡Al carajo el dinero!

Montse, mientras Joana habla, no puede evitar pensar si su amiga estará preparada para pagar el coste emocional que un largo proceso judicial supone e intuye, por su conversación y porque la conoce, que aunque finalmente un juez le dé la razón en una sentencia, ganar el juicio no consolará su pena ni contribuirá a mitigar tanta angustia.

Como Montse ha escuchado, durante la conversación, que su amiga expresa, en varias ocasiones,  su necesidad de recuperar la tranquilidad interior, mira con cariño a su amiga y decide intervenir en la conversación:

  • ¿Y para qué quieres presentar una demanda? ¿Crees que así te quedarás tranquila?
  • Pues para que alguien asuma alguna responsabilidad en lo que le ha ocurrido a mi madre. Necesito una explicación sobre qué paso, saber por qué no tuvo respirador. Me gustaría tener una conversación  frente a frente con los sanitarios que la trataron y con los que estuvieron con ella en sus últimos momentos. No saber qué ha pasado me está matando por dentro. No puedo dormir desde entonces.
  • Tú me conoces bien Montse.- prosiguió Joana.- He salido a aplaudir al balcón cada noche a las ocho porque admiro y soy consciente de la difícil situación del personal sanitario pero ¡Es mi madre la que se ha muerto!
  • Pues quizás.- le dijo Montse.-  tendrías que intentar solucionar el problema acudiendo a mediación y no a un procedimiento judicial.

Sin demasiado interés, Joana preguntó a Montse por qué tendría que ir a mediación y no a un procedimiento judicial, así que el resto del desayuno Montse le explicó, ella ya sabe mucho del tema, en qué consistía la mediación y cómo, en su caso concreto, podría quizás ayudarla.

Su amiga más que necesitar resolver la parte económica de una indemnización desea, sobre todo, tener la oportunidad de escuchar y saber que pasó para poder cerrar su duelo.

Montse bien sabe que la mediación, en el ámbito sanitario, puede dar respuesta a aquellos conflictos que cómo el de su amiga no se vería resuelto con una sentencia porque el auténtico daño producido con la muerte de un ser querido, en este caso por el covid-19 es, sobre todo, psicológico y emocional y no de carácter económico.

El mediador facilita, en estos casos, el acercamiento de las partes, la conversación y el diálogo para que ambas partes puedan comprenderse recíprocamente en esta situación tan desgraciada, a causa del covid-19, propiciando un acercamiento entre familiares de pacientes afectados por el covid.19, hospital y sanitarios.

Dicha posibilidad de diálogo entre las partes no se da en un procedimiento judicial en el que cualquier gestión o negociación es dirigida directamente por los abogados e incluso es evitado, por estrategia jurídica, el contacto directo entre las partes afectadas.

Aquella mañana fue la primera vez que Joana había conseguido distraerse y desconectar por un rato de su malestar emocional al escuchar las experiencias en mediación que le contaba su amiga Montse, del divorcio de su hijo y del problema de su marido con un cliente en el taller.

Joana sale aquel viernes de la cafetería convencida de que quizás su anhelada tranquilidad y paz interior bien merecen intentar proponer una mediación al hospital y personal sanitario que trató a su madre en lugar de una demanda.

Mientras Joana se ajusta la mascarilla y empieza a andar calle abajo decide que en cuanto llegue a casa llamará a su abogado para que le informe sobre la mediación.

La decisión que acaba de tomar hace que Joana empiece a sentirse, cree, algo más tranquila.

Carmen Gil